A dos años de la irrupción de la pandemia global COVID-19, los ecofeminismos siguen alumbrando el camino para salir de la actual crisis civilizatoria. Lo hacen bajo el paradigma de los cuidados: cuidar la vida, todas sus formas y expresiones, y poner como prioridad máxima a todas aquellas acciones que hacen a su sostenimiento y reproducción. Los ecofeminismos llamamos con urgencia a aunar las luchas feministas con las ecologistas. ¡Este 8 de marzo volvemos a encontrarnos en las calles!

Todavía permanecían restos de glitter enredados en nuestro pelo, resaca de aquel 8M del 2020, cuando los televisores se fundieron en una cuenta regresiva coordinada anunciando el inicio del aislamiento obligatorio y preventivo. COVID-19, pandemia y confusión. No lo veíamos venir, ¿o sí? 

El ambientalismo, con su propia cuenta regresiva para el irreversible colapso, nos advierte, desde hace más tiempo del que quisiéramos admitir, que este sistema extractivista sigue creciendo a costa de nuestros cuerpos, avanzando sobre los territorios y destruyendo la vida a su paso. El 2020 galardonó con la razón a estos movimientos, sin orgullo por eso.

“Cuidarte es cuidarnos” se replicaba como rezo y mantra. Y los movimientos feministas no tardaron en encontrar aún más evidencias de lo denunciado hasta el hartazgo: las tareas domésticas y de cuidado recaen en las mujeres e identidades feminizadas. Doble jornada laboral multiplicada por la permanencia en los hogares y el riesgo ante el inminente contagio, sumado al aumento de la feminización de la pobreza que ensanchaba las desigualdades históricamente construidas, y al recrudecimiento de la violencia machista.

La alianza patriarcado – capital se hizo palpable y los ecofeminismos echaron mano a conceptos y prácticas para aclarar el panorama. 

Durante el contexto de pandemia, los incendios afectaron todo el país, principalmente a la región del litoral, situación que se agravó por la bajante histórica del Río Paraná, y aparecieron amenazas de nuevas actividades extractivas, como las mega granjas porcinas y más recientemente la exploración petrolera off-shore. Pero también se masificó la resistencia en los territorios, florecieron expresiones de nuevas luchas socioambientales, así como redes y articulaciones entre organizaciones históricas y espacios nuevos. Además, grupos de organizaciones de la academia, la ciencia, pequeños productores y la sociedad civil hacen día a día un gran trabajo de concientización ambiental, brindando información rigurosa e independiente sobre los impactos de los modelos de maldesarrollo para intentar superar el falso debate entre desarrollo y ambientalismo. 

Así como advertimos la resistencia tenaz por parte de ciertos sectores de la sociedad frente a esta marea feminista que avanza con la firme intención de derribar este sistema patriarcal opresor, un hecho que se traduce en un aumento de la violencia sobre nuestros cuerpos, pero también en otras formas de violencia que se ejercen desde sectores de poder, medios de comunicación, organismos estatales y no estatales, también asistimos con preocupación a la obstinación por parte de nuestros gobiernos en mantener y profundizar modelos económicos de maldesarrollo, que benefician a minorías privilegiadas que hacen suyo lo común.

A dos años de la irrupción de la pandemia global COVID-19, los ecofeminismos siguen alumbrando el camino para salir de esta crisis civilizatoria, cada vez más palpable. Lo hacen bajo el paradigma de los cuidados: cuidar la vida, todas sus formas y expresiones, y poner como prioridad máxima a todas aquellas acciones que hacen a su sostenimiento y reproducción. Los ecofeminismos llamamos con urgencia a aunar las luchas feministas con las ecologistas. Si queremos lograr objetivos como movimientos sociales, necesitamos abogar por una mirada transversal de las problemáticas.

Más que respuestas, proponemos preguntarnos: ¿Cómo podemos pensar en igualdad, bienestar y conquista de derechos para las mujeres y feminidades si no pensamos en la importancia que tiene el ambiente en esta escenario? ¿Cómo hacer efectivo el derecho a un ambiente sano si no damos voz a quienes se ven mayormente perjudicades y son muchas veces protagonistas de las luchas contra los extractivismos?

Necesitamos entender que del cuidado del ambiente, y de los cuidados que otras personas nos brindan, depende nuestra supervivencia, por lo que es urgente demandar políticas que pongan la sostenibilidad de la vida en el centro. Y si hay algo que el feminismo nos enseñó, es que ocupar el espacio público y hacer marea de nuestros reclamos y convicciones es fundamental para incidir en la agenda política. ¡Nos vemos en las calles!

*Foto: Boletín enREDando