Por María Cecilia Reeves (*) y María Eugenia Planes (**)

Dejando de lado los desacertados modos de comenzar el proyecto de cocheras subterráneas bajo la plaza San Martín, que intentó entregarle un tremendo negociado a una empresa privada en lugar de llamar de entrada a licitación pública (entre otros detalles poco transparentes), queremos llamar a la reflexión sobre el proyecto.

Una plaza o parque urbano constituye un espacio verde de uso público que amortigua una serie de aspectos de la vida cotidiana en la ciudad: el arbolado nos protege de la incidencia del sol, mitiga los ruidos molestos, renueva el aire contaminado y regula el flujo de agua en el suelo (reduciendo posibles inundaciones, por ejemplo). Para que ese arbolado exista, una serie de organismos interconectados en red deben existir en el suelo permitiendo que los ciclos de materia y energía se renueven y mantengan la salud de ese micro ecosistema. Así, son necesarias las gramíneas que mantienen la humedad del suelo y los organismos detritívoros y descomponedores que devuelven los nutrientes necesarios para que las plantas se desarrollen. Este arbolado sano, asegura la presencia de aves, mamíferos, reptiles e insectos, entre otros organismos, que contribuyen a controlar las plagas como los mosquitos por ejemplo. Además de constituir un espacio verde que funciona con los ciclos de las dinámicas naturales en contrapartida con la trama de cemento que constituye la ciudad, una plaza o parque de esta forma constituida, promueve el ocio recreativo y el intercambio socio cultural. Todos estos aspectos antes descriptos inciden en nuestra calidad de vida, otorgándonos posibilidades para mitigar el stress de la rutina. A esta altura, ya nos podemos dar cuenta de que no es lo mismo una plaza verde, con árboles y césped

Como actores predominantes del paisaje, que una plaza construida sobre un basamento artificial. Limitada por la profundidad y tasa de renovación del sustrato; la cantidad y calidad de vegetación con capacidad de vivir exitosamente en ésta última, resulta muy escasa. Como rosarinos, ¿queremos plazas y parques sanos que amortigüen el estrés de la vida en la urbe o enormes macetas con reducida diversidad biológica y de futuro incierto? Sabemos que a las plantas de maceta, además de regarlas periódicamente, debemos cambiarles la tierra cada tanto, porque se consumen los nutrientes del suelo que no se reciclan en la maceta. Si no lo hacemos, la planta empieza a debilitarse, enfermarse, reducir su crecimiento, morir… Desde ésta óptica parados, vamos a pensar el tema de la construcción de cocheras subterráneas en nuestros espacios verdes urbanos. Difícil es imaginar que al cavar para construir las cocheras no se tocarán las raíces de árboles como los plátanos, debido a que esa misma cantidad de masa verde que vemos en las alturas (la copa de estos árboles), tenemos que imaginarla debajo: el sistema de raíces. Aún así, pensando en que las cocheras se construyan sorteando cual gusano loco, los árboles de la plaza y efectivamente no toquen las raíces; el volumen de suelo (donde ocurre el reciclado de la materia orgánica) inevitablemente se reducirá. Además de esto, el flujo del agua se verá modificado. Todos sabemos que el agua fluye, se escurre y por algún lado siempre tiene que salir. Si de repente, después de una importante lluvia, el agua se encuentra en el suelo con un paredón de cemento, deberá encontrar otros caminos para salir. ¿Cómo influye esto en la capacidad de drenaje de nuestro microcentro rosarino? No lo sabemos, ya que el estudio de prefactibilidad ambiental admitió no haber podido relevar este aspecto. Sin embargo, no podemos asumir que este hecho no traerá consecuencias. ¿Y sabemos si esas consecuencias no traerán futuros problemas con los niveles de agua en nuestras calles?

Otro aspecto que nos llama a la interrogación son los posibles efectos sobre los cimientos de las construcciones vecinas. Creemos fehacientemente en los avances de la ingeniería, de hecho se han construido túneles debajo del agua que conectan una ciudad con otra; sin embargo no podemos asumir que no habrá movimiento de tierra al intentar construir una cochera para casi 800 vehículos. ¿Qué efectos tendrá ese movimiento sobre los edificios donde está radicada la Facultad de Derecho? ¿Y sobre los de la Plaza Cívica y los edificios particulares? Tampoco lo sabemos… Pero sí tenemos antecedentes locales de casas antiguas (referentes de nuestra historia de vida como sociedad), desmoronadas al socavar sus cimientos para levantar un edificio.

Como si todo esto no fuera suficiente para sentarnos a discutir mejor las posibilidades para resolver la problemática de la movilidad en nuestra ciudad, la pregunta que nos surge ahora es: si queremos reducir el tránsito de vehículos particulares en el microcentro local e incentivar el transporte público, el peatonal y el ciclista; ¿la construcción de cocheras en la zona céntrica es la solución? Si resulta que aporta soluciones y reduce el flujo automovilista, ¿por cuánto tiempo constituirá una solución? Evidentemente, la conciencia sobre la movilidad vial y sobre la calidad de vida ambiental no está bien arraigada en nuestra sociedad, hecho que nos lleva a prever que la cantidad de autos seguirá en aumento. Y entonces, ¿habrá que construir más cocheras para albergar más autos? ¿Cuántos autos más podrá soportar la ciudad sin ocasionar perjuicios a nuestra calidad de vida? ¿No será más eficiente empezar a educarnos en la cultura del respeto por el "otro", en la educación vial y en la ambiental; antes de seguir levantando (o enterrando) muros en nuestra propia casa?

Las cocheras subterráneas han sido la opción de varias ciudades del mundo para esconder los vehículos del microcentro, ya que el problema de la movilidad, la falta de espacio y la contaminación es uno de los problemas de las grandes urbes del mundo. Hemos buscado antecedentes de este tipo de obras en otros países, pero no hemos podido hallar construcciones subterráneas en espacios verdes que hayan conservado su calidad previa. Todas ellas se vieron fuertemente modificadas o bien tuvieron que ser reconstruidas. En general, los fracasos no se publican, simplemente se anuncian como

Otro proyecto donde la superficie sobre las cocheras subterráneas es modificada, generando un nuevo espacio, con nuevo diseño y acorde a las posibilidades reales de la nueva situación: menos tierra, menos escurrimiento, nuevas dinámicas. ¿Por qué pensamos que en Rosario va a ser diferente? En ciudades europeas las soluciones al problema de la movilidad no sólo abarcan las construcciones subterráneas. Por ejemplo, para entrar en el centro de Londres en automóvil hay que abonar 14 euros por día. En el centro de Roma sólo se puede circular si se es residente o trabajador, previo pago, por supuesto. En París no existen plazas de estacionamiento gratuitas en el centro de la ciudad. O sea: en las grandes urbes se desincentiva el ingreso al microcentro en automóvil.

Este proyecto de cocheras subterráneas se encuentra en el marco del "Plan Integral de Movilidad" (PIM) que, dada la complejidad de la problemática, persigue como objetivo respaldar conceptualmente los lineamientos de un "Modelo de Movilidad deseado por todos", desde el enfoque de la sustentabilidad y pretendiendo ser gestionado con actitud innovadora e integral.

En el PIM se mencionan conceptos como consenso, sustentabilidad, innovación y otros… Conceptos que consideramos, no están siendo llevados a la práctica seriamente, si no que son parte de un discurso que suena lindo, pero nada más.

Dentro de este PIM, se encuentran también los carriles exclusivos que, al menos en apariencia, vinieron a dar un poco de respiro en la circulación vehicular del transporte público en el microcentro; hecho que demuestra que no todos los puntos del PIM resultan incoherentes con sus objetivos…

Promover una nueva cultura de la movilidad sustentable es una decisión política que implica cuestionar la "cultura del automóvil particular" (que en promedio ocupa más del 40 por ciento de los espacios urbanos, para calles, garages, estacionamientos y servicios para autos). Como mencionara Elba Stancich a este respecto; los problemas de congestionamiento, inseguridad y contaminación, no se resuelven con la ampliación de autopistas, la incorporación de estacionamientos y demás inversiones para favorecer la circulación del automóvil. Tampoco implica desterrar el auto como medio de transporte, aunque sí disminuir su jerarquía.

Estamos convencidos de que la conducta vial se construye, pero dudamos de los beneficios de estas políticas de emergencia para facilitar dicha construcción ciudadana.

No negamos la necesidad de repensar la movilidad en la ciudad; pero estamos pidiendo que las decisiones sean tomadas sobre la base del consenso, que debe surgir de una propuesta de verdadera participación ciudadana. La pregunta es: ¿queremos los rosarinos tener un microcentro como el de Londres, París, Roma o Barcelona? Rosario tiene fama de ser la ciudad donde sorprendemos con ideas y creatividad ¿No somos capaces de crear soluciones innovadoras a este problema? Preguntémonos todos, realmente: ¿qué ciudad es la que queremos vivir?

(*) Licenciada en Ciencias Biológicas.

(**) Licenciada en Diseño del Paisaje.