La pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud en marzo de 2020 ha traído consigo un sinfín de manifestaciones, intelectuales, sociales, conspiranoicas, económicas, laborales, etcétera. Mucho se escribe y otro tanto se lucha en las calles, sobre el presente y futuro de la humanidad, sobre la “normalidad” pos pandemia o sobre la nueva “normalidad”.

Aquí el neoliberalismo, los progresismos desarrollistas, los sindicalismos, los feminismos y los movimientos ecologistas decrecentistas aportan diversas narrativas al debate si es que realmente existe; mientras que los movimientos populares, indígenas, los feminismos resisten el imparable embate del capitalismo sobre los cuerpos y el territorio. Para la periferia, nada, o no mucho, ha cambiado. Los enfoques dominantes oscilan entre salvar la economía y a sus privilegiados de siempre o salvar vidas, sin reparar en las libertades, en la inequidad de accesos a servicios que dignifican la vida como el agua o la energía para acceder a una alimentación saludable, o la educación en condiciones dignas e igualitarias.

Así, nos encontramos con las narrativas que se fundamentan en el presente y futuro distópico de alta tecnología y control social con aportes de Byung-Chul Han, Yuval Noah Harari y Éric Sadin, entre otros. Entre las narrativas negacionistas y conspiranoicas impulsadas públicamente por gobernantes de potencias mundiales, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, encontramos también las bélicas (la guerra y el combate contra el enemigo invisible) que se sustentan en diversas vertientes ideológicas.

Otra de las narrativas que circulan es la ecologista, con perspectivas desde del ecologismo de los ricos y del ecologismo de los pobres, según la categorización de Martinez Allier; es decir, desde la pseudo-comodidad del hogar, con servicios, agua, internet, energía, calefacción, celebrando cómo los cielos se ven más “limpios” desde el espacio, cómo la vida silvestre vuelve a ocupar sus entornos, o desde la lucha en el territorio por la falta de acceso a los servicios, resistiendo los desmontes imparables del “enemigo invisible”, resistiendo las políticas que pretenden revivir el desmoronado mercado del petróleo no convencional y su terricidio. Sobre este último punto necesitamos hacer algunos aportes.

Desde algunos sectores de la ciencia y movimientos sociales, desde la teoría y desde el territorio, el mensaje que urge es el cuidado de la casa común, la lucha contra el cambio climático de origen antropogénico y su padre el sistema capitalista. Este mensaje no tiene eco en los medios masivos de comunicación ni en partidos políticos de diversa vertiente ideológica. Desde hace años, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) advierte sobre la imperiosa necesidad de no superar los 1,5°C de aumento promedio de temperatura en la tierra en el año 2050 para poder sostener la vida en la tierra. ¿Qué mensajes implícitos y explícitos nos está dejando el COVID-19 al respecto?

Previamente al último cuatrimestre de 2019, es decir, antes de que el COVID-19 impactara en China, la producción y el consumo de petróleo a nivel mundial era de 101,49 y 101,31 millones de barriles de petróleo por día respectivamente (eia. U.S. Energy Information Administration, May 2020).

Según informa la agencia internacional de la energía en su reporte global para el año 2020, la caída en el mes de abril fue de casi 30 millones de barriles de petróleo por día, es decir casi el 30% y, durante el mes de mayo, hubo un leve recupero (IEA, 2020). Como se ve en el gráfico 1, durante el año 2020, este organismo espera un recupero casi total. La caída promedio esperada para el año 2020 por EIA (2020, Mayo) es de 8,1 millones de barriles por día y el recupero de casi el 100% para el año 2021, según podemos observar en el gráfico 2.

Gráfico 1: Fuente IEA, 2020

 

Gráfico 2: EIA, Mayo 2020

El planteo de la vuelta a la “normalidad”, en este caso energética, se planifica en un periodo de tiempo acotado.
Como vemos en el gráfico 3, comparando el brusco desacelere actual de la demanda de energía primaria con otras crisis mundiales de los últimos 120 años, estamos lejos de las principales crisis energéticas, por lo que, desde una perspectiva ortodoxa, ese recupero podría ser factible.

Gráfico 3: Tasa de cambio de la demanda primaria de energía. IEA, 2020

No obstante, a nivel internacional, y desde una mirada unidireccional y estrictamente economicista, cuesta vislumbrar cómo será la recuperación económica mundial.

De lo que no se quiere hablar públicamente, y lo que diferencia la actual crisis de sus antecesoras, es que el estado actual del ecosistema se encuentra en los límites de la irreversibilidad. Es decir, si continuamos con las mismas lógicas de producción y consumo que propone el sistema capitalista patriarcal estamos condenados al colapso civilizatorio.

Gráfico 4

En sus reportes globales de energías renovables de los últimos años y sin excepción del último editado, IRENA (2020) da cuenta de su escenario energético para no superar el grado y medio de aumento de temperatura promedio a nivel mundial, el escenario REMap.

Mientras que el COVID-19 nos llevará a un decrecimiento del 8%, o sea consumir 92 millones de bariles por día, para sobrevivir al cambio climático, en el año 2030 deberíamos demandar 60 millones de barriles de petróleo por día, en el 2040, 41; y en el 2050, 22 millones. Esta es la magnitud del desafío que enfrentamos como humanidad para no desbarrancar en un ecocidio. Todo este juego matemático acontece entre una desigualdad social nunca antes experimentada.

Gráfico 5: (IRENA, 2020)

En este marco de necesario decrecimiento energético, es inevitable pensar una transición energética. Para que ese decrecimiento sea con justicia socio-ambiental es necesario plantear y luchar por el reconocimiento de la deuda histórica de las grandes potencias mundiales. Es necesario abogar por una transición energética popular (Taller Ecologista, TNI, 2019), que plantee una mayor participación ciudadana y rural, que proponga una nueva forma de producir, transportar y consumir alimentos, que saque la energía de la esfera del mercado, que distribuya el poder concentrado en las corporaciones energéticas, que fortalezca las distintas formas de lo público, que despatriarcalice y democratice el sistema energético y, que descolonialice la forma de sentipensarnos en un futuro con decrecimiento, equidad y justicia socio-ambiental.

*Autores Jorge Chemes y Pablo Bertinat

*Foto: http://energiayequidad.com/nota1/

Referencias: 

EIA, U.S. Energy Information Administration. (2020). SHORT-TERM ENERGY OUTLOOK.
eia. U.S. Energy Information Administration. (May 2020). Short-Term Energy Outlook.
Grupo de decrecimiento “Hasta aquí hemos llegado”. (30 de mayo de 2020). Rebelión.
IEA. (2020). Global Energy Review 2020.
IRENA. (2020). Global Renewables Outlook: Energy transformation 2050.
Taller Ecologista, TNI. (2019). Transición energética: ¿corporativa o popular?