– La ausencia de monitoreos sobre los efectos en la salud que ocasionan el derrame anual de millones de litros de agrotóxicos sobre los campos, el transporte, acopio y procesamiento de granos. Almacenamiento y procesamiento que se lleva adelante en zonas densamente pobladas, afectando notoriamente la calidad del aire y la salud de las personas.

– La indiferencia de autoridades y empresas ante los datos que revelan la presencia de residuos de pesticidas en vegetales que llegan diariamente a nuestra mesa. Indiferencia también ante la creciente evidencia de que todos en nuestra sangre y tejidos cargamos con un sinnúmero de plaguicidas, sin que conozcamos todavía los efectos que puede generar este cóctel de contaminantes en el cuerpo humano.

– La pérdida de bosques, de biodiversidad, la alteración del paisaje ante el avance del monocultivo.

– La ciega aceptación, por parte del Estado, de la información generada por las empresas fabricantes de agrotóxicos y semillas genéticamente modificadas, como Monsanto, sin  tomar en cuenta evaluaciones independientes sobre los impactos al ambiente y a la salud.

Todo ello nos rebela y nos lleva a la denuncia de esta ausencia de controles y de acciones en aras de la salud y la alimentación por parte de los diferentes Estados, nacional, provincial, municipal y comunal.

Existen alternativas productivas saludables, por las cuales bregamos diariamente, dándolas a conocer desde los distintos espacios y organizaciones que convocan a este evento.

Seguiremos trabajando para lograr la Soberanía Alimentaria, aquella que resulta en “el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y producción de alimentos, garantizando, a través de una producción local, autónoma (participativa, comunitaria y compartida) y culturalmente apropiada, en armonía y complementación con la Madre Tierra, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos, profundizando la producción de cada nación y pueblo”