COPENHAGUE.- Los que contaminan no quieren dejar de contaminar, los políticos no se animan a ponerles freno, pues creen que de hacerlo sus países (o ellos) tendrán menos dinero en el futuro, y los científicos no pueden detener lo que, según todo lo indica, será dentro de pocas décadas la pauperización o destrucción total de la Tierra, pese a que tienen todas las pruebas de lo que está ocurriendo. Quedan los periodistas, los únicos capaces de generar una corriente de opinión tan fuerte que obligue a los que mandan a corregir el rumbo. En parte, ya lo hicieron: el tema está sobre la mesa, hay más conciencia que hace unos años. Pero hay que luchar con más vigor, porque el peligro está aumentando.
Esto fue lo que les dijeron importantes figuras de la política, la economía y los estudios académicos a 400 editores y jefes de redacción de los países más diversos, en un congreso organizado por el Project Syndicate, que se hizo aquí no por azar, sino porque dentro de dos meses Copenhague será sede de la convención mundial de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Aquí se buscará, posiblemente en vano, un acuerdo que profundice el de Kyoto, que algunos, como los Estados Unidos, no firmaron y cuyas recomendaciones de asistencia financiera y tecnológica a las naciones menos desarrolladas para que combatan el mal ambiental fueron olímpicamente ignoradas.
Cuando uno, como periodista, escucha este tipo de exhortaciones a la acción, siente dos cosas opuestas: satisfacción por la valoración positiva que recibe el oficio (en un tiempo en que no faltan quienes creen que vale muy poco) y un poco de miedo, fruto de la responsabilidad enorme que le colocan a uno sobre la espalda. Pero se trata de una misión de naturaleza tan singular que no puede ser rechazada.
El Project Syndicate es una organización no gubernamental sin fines de lucro cuya sede central está en Praga. Fue fundada en 1994 por los intelectuales Roman Frydman, Kenneth Murphy, Andrzej Rapaczynski y Jonathan Stein con el fin de proveer de artículos escritos especialmente por autores del máximo nivel a diarios y revistas del mundo entero, en particular los de la fracción más alejada del centro de comando: los países en vías de desarrollo y los menos desarrollados.
Se dio aquí cierta cofradía periodística multirracial bastante descriptiva de la universalidad del mal enfrentado, ya que el calentamiento global, causado por la sobreemisión irresponsable de gases de carbono, va de un trópico a otro y atraviesa distancias. Colegas finlandeses y chinos, de Georgia y Guatemala, de los Emiratos Arabes Unidos, Suiza, Tanzania, los Estados Unidos y Hong Kong exhibieron semblantes parejamente preocupados.
La agenda mediática
Van tres o cuatro ejemplos para mostrar que no era para menos. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dijo que la mayor parte de las noticias que salen sobre el medio ambiente están en las páginas de ciencia y son redactadas por periodistas especializados en el medio ambiente. "Me gustaría ver a sus especialistas en economía y en política haciéndose cargo del tema", dijo, por las implicancias de todo orden que tiene el desarreglo planetario.
En tanto, el director del Earth Institute, el economista Jeffrey Sachs, retó a que levantaran la mano los miembros de la audiencia que fueran escépticos acerca de la gravedad de un recalentamiento como éste, que trae inundaciones, tifones, desertificación y extinción de especies. La mitad de la sala lo hizo y Sachs se irritó. "Me gustaría saber por qué el escepticismo sobre algo que está totalmente probado. Creo que en mi país, los Estados Unidos, se debe en buena parte a que dos millones de personas leen todos los días The Wall Street Journal , que es el peor periódico del mundo respecto de las dudas que siembra en este tema, pese a ser tan bueno en otras áreas."
El primer ministro de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen (es el tercero consecutivo de apellido Rasmussen y no son parientes entre sí), dijo que esperaba que las deliberaciones ayudaran a los hombres de prensa a iluminarse para que a través de esas luminarias los lectores alcancen a comprender las raíces políticas del problema. Lars Lokke (los otros dos Rasmussen fueron Poul Nyrup y Anders Fogh) aprovechó para destacar la conducta verde de Dinamarca, que será próximamente el primer país europeo con autos eléctricos en escala masiva.
El ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan también apeló al activismo de la prensa. "Cada día que ustedes eligen las noticias principales para sus lectores, oyentes y televidentes, le dan forma al ambiente en que se desempeñan nuestros líderes. Los urjo a que movilicen la demanda pública de acciones inmediatas", conminó. Y añadió que la tarea de construir un acuerdo post-Kyoto es demasiado seria para dejársela sólo a los políticos.
Ahora bien: una cosa es el consenso general en materia de datos y otra muy diferente una visión unánime acerca de dónde está la salida. Desde la reunión de Kyoto ha habido muchas otras del IPCC, el Panel sobre el Cambio Climático (la de Copenhague será la número 15), y de año en año el recalentamiento no hace sino aumentar. La irrupción de China como potencia no fue buena noticia ambiental, ya que está en el tope del ranking de emisión de gases invernadero, con el 23 por ciento, contra el 21 por ciento de su inmediato seguidor, los Estados Unidos. La temperatura promedio aumenta, los polos se descongelan, los océanos se vuelven más cálidos.
¿Cómo revertir esto? Hay una idea predominante respecto de la reunión de diciembre: buscar un compromiso mundial para que se reduzcan las emisiones de carbono entre el 25 y el 40 por ciento para 2020. Europa y Japón ya están en esa senda: sólo falta el resto del universo. Quienes abogan por estas cotas de reducción voluntaria piden, además, que los países ricos asistan a los pobres al menos con 100.000 millones de dólares anuales para que se adapten al cambio y que no les mezquinen sus conocimientos tecnológicos.
Desde ya, parece que este compromiso fracasará o que tendrá no pocas excepciones. El ministro de Medio Ambiente de la India, Jairam Ramesh, dijo aquí que ellos tienen "grabada en piedra" la meta de usar en 2020 energía solar y eólica en una proporción del veinte por ciento del total y que suscribirán en diciembre todo lo que se refiera al financiamiento a los países vulnerables, la reforestación y el libre acceso a la tecnología, pero que de ninguna manera la India aceptará una cifra fija de reducción en sus emisiones de dióxido de carbono.
Hay otra idea dando vueltas. Aquí la defendieron el economista Joseph Stiglitz y el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, actual director del Centro Yale para el Estudio de la Globalización. Se trata de acordar un impuesto mundial al carbono, un precio por la emisión de gases que todos los países deberían pagar por igual, con un tiempo de gracia para los retrasados. Lo recaudado sería para apoyar el desarrollo de energías alternativas en todas partes.
Nuevas instituciones
Pero no es fácil. ¿Quién sería el recaudador, quién comprobaría que el dinero se aplicara bien, cómo se evitaría que alguna economía emergente cobrara un impuesto menor, o no cobrara nada, con el fin de robarles inversores a los vecinos? Estas preguntas no tienen aún respuesta unánime. Algunos, como Sachs, creen que hay que cambiar las instituciones internacionales existentes, porque datan de hace sesenta años. "Necesitamos un ministerio internacional climático, con atribuciones y facultades", opinó. Un poder universal para ponerse enfrente del enemigo.
Por supuesto, no todos concuerdan con esto. Jeremy Bentham, gerente de la Shell que esperanzó a la audiencia al afirmar que aun una compañía petrolera tan importante como la suya tiene mucho en común con la ecología, frunció el ceño, o al menos ésa fue la impresión, al oír hablar de impuestos.
Cuando los defensores del medio ambiente discrepan, ¿qué harán los agresores? Como se ve, la prensa tendrá un trabajo duro hasta diciembre, y también más allá. Hablar de los enigmas y las contradicciones en danza tal vez pueda resultar un buen estímulo. De modo que: manos a la obra, legionarios. Es hora de salvar el planeta.
50% menos deforestación
• Uno de los objetivos del programa REDD pretende disminuir en esa cantidad la deforestación de bosques nativos para 2020. En tanto, se pretenderá frenarla totalmente para 2030 mediante incentivos económicos para los países en desarrollo.
21 millones de toneladas de carbono
• Este es el promedio anual degases emitidos en la Argentina en la década entre 1995 y 2005 a causa de la deforestación, según el último inventario de bosques nativos de la Secretaría de Ambiente.
16% de actividades contaminantes
• La deforestación ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial, detrás de los sectores de energía (24%) y de industria (22%), en el ranking de actividades humanas que generan emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo indicó Charles Parker, experto en reducción de emisiones de la deforestación de bosques, de la ONG Global Canopy Programe.
Al Gore llega a la Argentina
• El ex vicepresidente estadounidense Al Gore visitará el país esta semana para dictar conferencias, mañana y el jueves, en la Capital, Tigre, Mendoza y San Luis, sobre defensa del medio ambiente. Buscará que la Argentina fije una posición sólida en la cumbre de las Naciones Unidas sobre cambio climático.
Fuente: La Nación