Esta tragedia, que se cobró la vida de 11 operarios, ha sido equiparada por el presidente Barack Obama con el atentado a las Torres Gemelas: “Igual que nuestra visión de nuestra vulnerabilidad y nuestra política exterior se vio profundamente reformada por el 11 de septiembre, desde mi punto de vista esta catástrofe cambiará nuestra forma de pensar sobre el medio ambiente y la energía por años” (La Capital, 14/6/2010). Ante la magnitud de los hechos, Washington decretó la prohibición de perforar durante seis meses en el Golfo, y las otras compañías (Exxon, Shell, Chevron y ConocoPhillips) se han distanciado de la BP, a quien acusan “no cumplir los máximos estándares del sector”.

Ahora bien: ¿Existen verdaderamente “estándares máximos” que puedan mantener la actividad alejada de estos riesgos? ¿O es que la perforación offshore en aguas profundas es intrínsecamente peligrosa, imposible de liberar de riesgo, una actividad para lo cual no existen medidas de seguridad suficientes? Hasta la fecha, la BP ha fracasado en sus intentos de contener el derrame, que amenaza seriamente las costas del Golfo y los Estados de Alabama, Mississippi y Florida.

En una interpretación particular de la máxima “crisis es oportunidad”, la brasilera Petrobrás espera sacar ventaja de esta situación. Con su experiencia –la empresa ya produce cerca de una cuarta parte del crudo en aguas profundas– y los recientes e inmensos hallazgos de reservas en aguas de Brasil, funcionarios de ese país han salido a declarar que no sólo no detendrán sino que intensificarán sus actividades costa afuera en relación con el desarrollo de la exploración y explotación petrolera.

Frente a esta situación, y con las reservas aseguradas, Brasil podría llegar a “invertir” su matriz energética: de tener una matriz predominantemente renovable, podría pasar proveerse principalmente de combustibles fósiles. Hasta ahora, y en una situación distinguida y diferente de la mayoría de los otros países, Brasil cuenta con una oferta energética interna en la que las energías renovables como la hidroeléctrica, biomasa y otras aportan cerca del 50 %. Se supone que las exigencias del desarrollo empujarán a Brasil a incrementar su consumo energético, si es que quiere cumplir con el aparente “destino manifiesto” de ser una potencia sudamericana. Y para lograr eso debe obedecer a los imperativos de maximizar: producir más bienes, tener más armamento y consumir más energía, lo que sólo sería posible recurriendo a las reservas de crudo descubiertas en aguas profundas.

Si acaso todo esto es necesario, si es útil para cumplir con los supuestos planes de acercar los beneficios del desarrollo a una porción mucho mayor de la población de la que hoy los disfruta en el país; si este incremento del PBI logrará mejorar los ingresos, la salud, la educación, en fin, el nivel de vida de los segmentos más vulnerables de la población, es algo que no podemos determinar, y que excede las posibilidades de este análisis.

Lo que queda claro, tanto para el caso de Brasil como para el de otros países que aspiran a llegar al “desarrollo” en nuestros días, es que el esquema para alcanzarlo se repite. El modo de avanzar en esta dirección, que al menos explícitamente promete mejorar los estándares de vida de sus poblaciones, es seguir el mismo camino que han recorrido los países ya “desarrollados”. Pero este camino, que confunde intencionalmente crecimiento con mejora, gasto con bienestar, consumo con satisfacción, tal vez no sea posible para todos. Ya ha quedado claro que no es posible que todos los habitantes del planeta vivan como vive un estadounidense de clase media-alta. Y los límites a esta aspiración son los límites que tiene el planeta.

Un mismo camino, los mismos problemas

Para la gran mayoría de la población, el consumo de combustibles fósiles no se evidencia todavía como lo que hoy constituye: un verdadero riesgo ambiental. Por eso mismo, la exploración y explotación petrolera siguen presentándose como emblemas de desarrollo y, el hallazgo de reservas, como una bendición. Lo que parece necesario tratar de explicar, por más evidente que parezca para algunos, es que si bien existen muchas reservas halladas y por hallarse, no será posible consumirlas sin provocar un daño ambiental irreparable. Los límites al consumo de combustibles fósiles no los marca la disponibilidad de reservas ni los costos de su explotación, sino el calentamiento global al que se contribuirá irremediablemente al quemarlas. Un cambio climático que ya está en marcha y que sólo podría atenuarse o revertirse con un modelo energético muy diferente al que marca el rumbo actual.
 
Brasil intenta crecer y desarrollarse siguiendo esquemas repetidos, con los mismos y repetidos problemas, aunque es indiscutible que, como dice otra máxima, “no pueden esperarse resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”. Y, aún así, es el mismo error en el que pretende incurrir nuestro país, siguiendo un esquema igual, transitando por los mismos caminos.

Recientemente se anunció la realización de un plan de exploración de hidrocarburos en el territorio santafesino, que se desarrollará a partir del convenio firmado en marzo pasado entre el gobierno provincial y Yacimientos Petrolíferos Fiscales. “Mediante este convenio, la Provincia se comprometió a brindar su apoyo y consentimiento para que la petrolera dé inicio y financie en la provincia un plan de búsqueda a cuatro años, que desarrolla a nivel nacional y que da prioridad a las provincias con potencial en materia petrolera.” (La Capital, 27/4/2010). El emprendimiento, señalan los medios, se iniciará en las zonas norte y sur simultáneamente.

Las palabras desarrollo, producción, consumo, petróleo, tienen todavía una distinción y una jerarquía que no se discute, y así las reproduce el discurso oficial y el sentido común. Se las acepta y se las naturaliza sin cuestionarlas,  tal como se aceptan nuestros esquemas de vida y de pensamiento. Pero es posible que esto, nuestras palabras y nuestros esquemas, ya no nos sirvan en un futuro cercano: tendremos que buscar otro rumbo, uno que nos permita resolver y convivir con los problemas ambientales causados y por causarse, a partir de otra lógica, otro esquema.

En estos nuevos esquemas, cabría pensar que la verdadera mejora en el nivel de vida de las poblaciones de nuestros países se encuentre transitando un camino diferente al que hoy es hegemónico. Un camino de desarrollo muy distinto, donde tal vez ni siquiera sean necesarias palabras como “desarrollo” o “crecimiento”, sino otras que sean más adecuadas y que tal vez aún no hemos encontrado.

* Integrantes del Área Energía de Taller Ecologista y docentes de la UTN Facultad Regional Rosario