La única forma de reducir el uso de automóviles es pensar de verdad en políticas públicas que lo desalienten realmente y que en forma paulatina produzcan un cambio modal.
¿Porque el empecinamiento en no pensar en alternativas reales al automóvil particular?
¿Porque no direccionar los equipos tan importantes de trabajo del Municipio en pensar alternativas por fuera de los negocios y en bien de la gente?
¿Por qué se presenta la propuesta de cocheras subterráneas –una de ellas en Plaza San Martin, pero también otras en Plaza del Foro o Plaza Sarmiento- alterando irreversiblemente importantes espacios públicos, como la única alternativa? ¿será de verdad que es eso o el caos?
¿Por qué no nos dicen cual es la calidad de aire real en el centro, y que para mejorarla a niveles aceptables implicaría bajar drásticamente la cantidad de motores funcionando allí?
No se puede desalentar alentando.
El centro de la cuestión es como desarrollar un sistema de movilidad que garantice esta función al mismo tiempo que la preservación de la calidad de aire, ruido y demás elementos contaminantes en la ciudad.
Desalentar el automóvil particular significa alentar otra forma de transporte en primer lugar. En este sentido es necesario repensar la utilización de los recursos de manera de cambiar sustancialmente la estructura de transporte urbano al mismo tiempo que se incorporan restricciones progresivas a la circulación de automóviles. Pero la única forma en que esto no sea traumático es que la mejora de las alternativas sea previa.
Es absolutamente cierto que los ciudadanos muchas veces necesitan usar el auto, dado que no tienen alternativa. La pobre calidad del transporte público, de sus frecuencias y sus horarios, la imposibilidad o el riesgo de usar la bicicleta en muchas calles nos lo explican.
Digamos entonces, que lo que se gastaría en una sola cochera alcanza para más de 80 nuevos colectivos.
Muy probablemente haya que pensar en centros de transferencia entre un modo y otro, combinados con el funcionamiento de un transporte colectivo eficiente y con una red de bicisendas completa, que aliente el uso de la bicicleta y permita recorrer la ciudad con seguridad.
La precaria propuesta de las cocheras subterráneas –en cambio- asegura por si sola un buen negocio para los concesionarios y caos para todos los rosarinos.