Varias veces Fein habló de los contenedores y recordó que en la ciudad hay más de 10.000 de ellos instalados. Aunque suene obvio, un contenedor no es más que un recipiente para alojar basura por un rato. En este sentido hace tiempo que, nosotros y otras organizaciones de la ciudad, no entendemos la lógica de tanta alabanza a tales artefactos.
Nos parece que la calidad de la gestión de los residuos de una ciudad se debería evaluar con otros parámetros; si la ciudad tiene más o menos contenedores puede ser irrelevante frente a otras consideraciones como: ¿esos contenedores se usan para separar residuos o para tirar toda la basura mezclada? ¿cómo es el compromiso de los ciudadanos? ¿qué tipo de abordaje se realiza con los recuperadores informales (gracias a quienes se recicla la mayor parte de lo que es reciclado)? ¿Qué grado preparación (y compromiso) tienen los responsables técnicos del municipio encargados de la gestión?
Acerca de la primera pregunta podemos decir que casi la totalidad de los contenedores son para basura no separada en origen: de los más de 10.000 instalados sólo unos 600 son para materiales separados (y en general con recolección semanal).
Una segunda reflexión que los rosarinos deberíamos empezar a considerar es si un sistema de disposición de residuos como los contenedores, que es prácticamente anónimo y que no permite ningún control sobre lo que se tira, es realmente el adecuado para separar residuos. Los contenedores nos ayudan a deshacernos de la “basura” más fácilmente. Y el gobierno municipal hace lo mismo a su escala: la lleva a otro municipio, a Ricardone, donde la basura simplemente se acumula ocupando de a poco hectárea tras hectárea.
La insustentabilidad de tal sistema requiere pensar las cosas de otra manera. Empezar a hacernos responsables por los residuos que generamos. Probablemente tengamos que considerar otros sistemas de disposición de nuestros residuos que permitan asegurar más cantidad y mejor calidad de separación, algo que los sistemas de contenedores no parecen poder garantizar.
Un segundo aspecto del discurso de la intendenta que nos genera preocupación es su mención a la utilización del compost de la planta de tratamiento en huertas comunitarias y huertas urbanas. Hemos señalado hace tiempo que este tipo de plantas, por procesar basura no separada en origen, suele producir un compost de baja calidad, con altos niveles de metales pesados como mercurio, plomo y cromo, y otras sustancias tóxicas. Por lo que no se recomienda su uso en tierras destinadas a la producción de alimentos.
Finalmente no podemos dejar de aludir al posible sobrentendido de las últimas palabras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner: hay más basura porque aumenta el consumo, pero eso no debe tranquilizarnos. Sería saludable empezar a pensar si todo aumento del consumo es deseable. El desafío es cómo vivir bien sin generar toneladas de desperdicios.
(*) Representantes de Taller Ecologista y Somos Agua, respectivamente.