Días atrás amanecimos con la triste noticia del fallecimiento (el 17 de mayo) de Ramona Medina, vecina de la Villa 31, referenta y vocera de La Poderosa, cuidadora de su familia, de sus vecinxs, que puso hasta último momento, literalmente, su cuerpo para el reclamo y la defensa de condiciones dignas para el cuidado y la reproducción de la vida en el barrio. Ramona es todas las mujeres e identidades feminizadas que salen a bancar la olla en esta crisis, que no es sólo económica y sanitaria, sino también civilizatoria y de cuidados.
“Llevamos 8 días sin agua, y nos piden que nos higienicemos, que no salgamos a la calle. ¿Cómo pretenden ellos que no salgamos a la calle si yo tengo que ir todos los días a comprar agua o tengo que esperar que los compañeros me traigan agua? (…) Ya no sé de qué forma pedirles a la secretaría, a este gobierno, una solución, porque no se puede vivir más en estas condiciones. La pandemia nos está consumiendo. Todos los días, nuevos casos, nuevos vecinos (…) Quiero que Diego Santilli venga a mi casa y me diga cómo hago para mantener la higiene, cómo hago para lavar la verdura para cocinarle a mis hijas”, decía Ramona, mientras abría la canilla de su casa para demostrar de qué estaba hablando, en un video que grabó la revista La Garganta Poderosa el pasado 3 de mayo.
Algunxs podrán decir que Ramona es una víctima del COVID-19. Nosotrxs, al igual que su familia, compañerxs y vecinxs, sostenemos que murió por la desidia y la indiferencia de aquellxs que, de modo sistemático y consciente, dejan al desamparo a grupos vulnerables, a barrios enteros, sin las condiciones necesarias para afrontar no sólo este virus, sino la vida misma.
La ausencia de Ramona, una garganta realmente poderosa, deja el enorme vacío de una militante territorial que enseñaba desde la acción, que tomaba su propia realidad como fuente de conocimiento y enviaba siempre un claro mensaje. Ramona es ejemplo de una forma de educación popular para sus vecinxs, y debería serlo para todxs, fundamentalmente para quienes tienen el poder de cambiar estas realidades mediante políticas públicas. A ellxs debemos exigirles que tengan la capacidad de leer el contexto social y actúen en consecuencia.
Consideramos que es responsabilidad de todxs acompañar los reclamos de las clases populares y exigir que el Estado garantice los derechos ya conquistados a una vivienda digna, a un ambiente sano, a condiciones justas y equitativas de trabajo para todas las personas.
El acceso a fuentes de agua potable y segura, como también el saneamiento, son un derecho humano esencial para el goce pleno de la vida y del resto de los derechos. El Estado debe asumir la responsabilidad de garantizar no sólo el acceso sino también el cuidado de este bien común: exigir controles del tratamiento de afluentes en las aguas de nuestro territorio, detener la contaminación de cursos de agua urbanos, impulsar su saneamiento y recuperación ecológica para terminar con las zonas de sacrificio en las periferias de las grandes ciudades, democratizar su uso para actividades de esparcimiento, poner en relieve su valor cultural y paisajístico.
A todo esto nos referimos cuando insistimos con la necesidad de poner la sostenibilidad de la vida en el centro de todo proceso social, político, económico. Porque aunque pareciera evidente que la vida de las personas debería ser el foco de interés dentro del complejo engranaje en el que estamos inmersos, la muerte de Ramona nos demuestra que, para este sistema, no todas las vidas valen lo mismo. Por el contrario, impone que unas pocas vidas sean dignas de ser sostenidas y cuidadas, y por lo tanto, sean las únicas que merecen ser rescatadas en tiempos de crisis.
El hábitat donde transitamos nuestra vida no es digno para todxs: mientras los bienes naturales comunes son fuertemente explotados por algunxs como mercancía, otrxs sufren las consecuencias y no tienen acceso a lo indispensable para su sobrevivencia. Ramona es el ejemplo visible de todas esas mujeres enormes a las que hoy les toca vivir en territorios olvidados, en las periferias, mujeres atravesadas por todo tipo de complejidades, que a pesar de todo, se organizan y levantan la voz para reclamar sus derechos y los de sus pares.
Desde Taller Ecologista queremos manifestar nuestro dolor e indignación. Seguiremos trabajando en pos de una vida digna de ser vivida y en armonía con el entorno, una militancia que está necesariamente ligada al reconocimiento de la fragilidad de nuestros cuerpos, que hace de la cooperación y el trabajo común un bastión de lucha, que se reconoce en el otro y por el otro, en la unidad y organización colectiva.
* Foto: La Poderosa