Existe un reclamo público para reclasificar los agrotóxicos en la Argentina. Este reclamo no es insustancial: según como se clasifican los venenos las reglamentaciones provinciales y municipales determinan los márgenes de retiro entre las fumigaciones y las zonas habitadas.
Actualmente la clasificación se toma en virtud de la cantidad de miligramos de veneno que contiene el alimento de las ratas que mata al 50% de las sometidas a prueba, es decir: la Dosis Letal 50; con menos gramos de venenos significa que es más toxico. Esta forma de medir la toxicidad deja de lado los efectos a mediano y largo plazo, como los oncogénicos, reproductivos, inmunitarios y endocrinos. En función de estas últimas consecuencias el Glifosato debería ser clasificado como de grado Ib (altamente peligroso para la salud), sobretodo por el cúmulo de datos científicos y epidemiológicos que lo sindican como vinculado a la generación de malformaciones congénitas y abortos espontáneos1,3.
Pero también la actual clasificación toxicológica de efectos agudos de los pesticidas desconoce un conjunto de nuevas informaciones y datos científicos que demuestran los daños agudos de estos venenos de uso agrícola en los humanos, señalando un patrón propio y diferente a los resultados observados en roedores.
Estos nuevos datos se están generando al estudiar las manifestaciones de los distintos venenos, en personas que los consumieron para auto infligirse un daño (suicidas); no tenemos otra manera de investigar los efectos de un tóxico en nuestra especie porque no es ético ensayar venenos en humanos. El suicidio es un problema de salud pública mundial, un tercio de los suicidios se realizan ingiriendo un pesticida y en Asia ese porcentaje llega al 50% de las personas que lo intentan.
Dawson y colaboradores4 publicaron recientemente (Oct 2010) una investigación donde estudiaron la evolución de cerca de 8.000 personas que ingresaron a dos hospitales en Sri Lanka por ingestión de agrotóxicos y pudieron determinar, muy fehacientemente, niveles de toxicidad aguda relativa a los distintos pesticidas. En esta cohorte 10% de los pacientes murieron, pero hubo una gran variación en la tasa de letalidad entre los plaguicidas.
Agrotóxicos de la misma clase química y/o de la misma clase toxicológica a veces presentaron efectos clínicos muy diferentes. Por ejemplo, dimetoato y malatión (ambos insecticidas organofosforados de clase II), tuvieron tasas de letalidad del 20,6% y 1,9%, respectivamente.
Este trabajo es único por dos razones: la cantidad importante de casos analizados y su carácter prospectivo de seguimiento del grupo específico de pacientes (Cohorte prospectiva). Los autores reconocen que “por desgracia, en la actualidad, las decisiones reglamentarias se basan en una clasificación de toxicidad de los plaguicidas asentada en DL50 oral en rata. La base científica para la extrapolación de esta clasificación a la intoxicación humana por plaguicidas es débil”.
También destacan que: “los roedores manejan los xenobióticos de manera diferente a los seres humanos, como un ejemplo, tienen mayor capacidad para la desintoxicación metabólica de los organofosforados. Y mientras los humanos intoxicados con estos agrotóxicos requieren cuidados intensivos, los roedores sobreviven sin ningún tratamiento en las investigaciones científicas. Por ello no es claro que un plaguicida de baja toxicidad en roedores debe ser seguro en los seres humanos y viceversa”.
Paraquat, dimetoato y fentión fueron responsables del 17,6% del total de ingresos, pero el 47% del total de muertes. Paraquat fue el más letal con 42.7% de casos fatales, Clorpirifos el más frecuente, con 1376 suicidas y una letalidad del 7.6%, Endosulfan menos utilizado (prohibido en Sri Lanka) tuvo una letalidad del 22.2%, Dimetoato fue muy usado como veneno para intentos de suicidios y genero 172 muertes: 20.6%. Glifosato genero 21 casos fatales con una tasa de letalidad del 2.4%. La Abamectina, clasificado clase IV por la OMS tuvo una letalidad del 11.1%. Los fungicidas tuvieron una tasa global de 6.1 muertes por 100 casos de autoingestión.
Estos resultados proporcionan un rango de toxicidad de los plaguicidas que permitiría organizar una clasificación de toxicidad en humanos de los agrotóxicos, que sea más fidedigna con nuestra fisiología y se apartará marcadamente de la clasificación de la toxicidad de la OMS basado en la fisiología de la rata.
En la actual clasificación Paraquat (tasa de letalidad de 47%), Endosulfan (22%) y Dimetoato (20.6%) están clasificados como toxicológicamente grado 2 por la OMS (moderadamente peligrosos) y esto demuestra la insuficiencia de esa clasificación basada en datos provenientes de ensayos en ratas. Deberían ser clase Ia (extremadamente peligroso) y restringidos en todo el mundo.
Estos datos aportados por Dawson se suman a los estudios retrospectivos en suicidas realizados en Taiwan5, India6 y Sri Lanka7 que conforman una base de análisis de más de 15.000 personas y llegan a similares conclusiones: la necesidad de adecuar la clasificación toxicológica de pesticidas según sus efectos en humanos.
En el mismo sentido se expresan otros expertos de Salud Publica a nivel mundial, como los de la Escuela de Salud Publica de Harvard, USA8, que reclaman a la OMS la urgente adecuación de la Clasificación Toxicóloga de Pesticidas.
Este problema, como vemos, no es solamente argentino; pero en nuestro país toma un nivel de urgencia y necesidad muy elevado en razón a la cantidad de agrotóxicos que se aerolízan sobre la población rural, y el acelerado crecimiento del consumo de pesticidas en la zona agraria, como expusimos al comienzo de este reporte.
Por todo lo aquí detallado, es que desde la Red Universitaria de Ambiente y Salud / Médicos de Pueblos Fumigados reclamamos la urgente reclasificación de los plaguicidas en la Argentina según sus efectos agudos y letales ya demostrados en humanos y los datos sobre daños y efectos de mediano y largo plazo: oncológicos, reproductivos, endocrinos e inmunitarios.
Creemos que seguir utilizando la vieja clasificación y autorizando la aerolización / fumigación de venenos de toxicidad humana demostrada no tiene ningún tipo de justificación hoy en día. También reconocemos que existe un inmenso interés económico en mantener prácticamente sin restricción el uso de estos venenos para, supuestamente, sostener la producción agraria, pero esto atenta contra el derecho a la salud de la población.