Es 2022 y todavía nos matan. Cada 29 horas en nuestro país, la violencia machista llega al extremo de terminar con la vida de una mujer, pero antes y después de que esto ocurra, muchas otras violencias habrán operado sobre esa mujer y sobre todas las otras. Desde diferentes ámbitos el patriarcado sigue intentando aleccionarnos, el dolor y la bronca no se van, pero hace años aprendimos a transformarlos en lucha.
Es 2015, nos duele Chiara en la piel. Salimos a gritar por Chiara, porque Chiara es el nombre que ese día pudimos darle a todas nuestras muertas, a todas las Chiaras menos con las que el patriarcado nos obligó a “vivir”. Es 2022, hace siete años que nos duele Chiara en la piel, hace veinte que nos duele Natalia, y días que nos duele Nora.
Tuvimos que perder a Micaela, para que las personas que conforman el Estado fueran capacitadas en género. Tuvimos que perder a Daiana, y Brisa a su madre, para que el Estado pensara en las infancias. En Honduras perdimos a Berta, en Colombia no alcanzan los comunicados para escribir la lista de defensoras ambientales que perdimos. No queremos seguir perdiendo. No queremos que nuestras vidas dependan de nuestras muertes.
Es 2022 y todavía nos matan. Cada 29 horas en nuestro país, la violencia machista llega al extremo de terminar con la vida de una mujer, pero antes y después de que esto ocurra, muchas otras violencias habrán operado sobre esa mujer y sobre todas las otras. En esas 29 horas, alguna de nosotras no habrá sido escuchada cuando quiso denunciar. Otra no habrá tenido dónde ir, para escapar de su agresor. Muchas habremos soportado el acoso de nuestro empleador, para sostener la fuente de ingresos de nuestras familias. Algunas habremos sido amenazadas por defender nuestros territorios y bienes comunes.
En esas 29 horas, el 86% de nosotras habremos dedicado un promedio de 6,4 horas a realizar tareas de cuidado no valoradas ni remuneradas. Muchas de nosotras, en las horas restantes, trabajaremos por un sueldo menor al que recibe un varón por la misma tarea.
Es 3 de junio de 2022, desde los medios masivos de comunicación, y en todos lados, el patriarcado sigue intentando aleccionarnos, el dolor y la bronca no se van, pero hace años aprendimos a transformarlos en lucha.
Por eso hoy nos encontramos, una vez más, en las calles. Ese lugar donde nuestras voces, todas juntas, sí se escuchan. Ese lugar, no el Congreso, ni tribunales, ni la policía. Es en las calles donde históricamente empezamos a ser oídas. El lugar donde el dolor, por un rato, se cura un poco y en el encuentro con las compañeras, podemos gritar bien fuerte ¡Ni una menos! ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!